Dismorfobia: El terror ante el espejo

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Dismorfobia: El terror ante el espejo

Aunque el trastorno dismorfofóbico es poco conocido, es relativamente frecuente. Consiste en una preocupación persistente, anormal, e injustificada, de un supuesto defecto físico o deformidad.

La persona que lo padece, distorsiona su imagen delante del espejo. Es diferente del anoréxico, que se limita a una distorsión sobre el peso, ya que el primero puede abarcar un amplio abanico de distorsiones sobre su supuesta “fealdad”.

Suele comenzar en torno a la edad de los doce años, coincidiendo con la pubertad.

En los adultos, este trastorno es capaz de deteriorar la vida de la persona, hasta el punto en que tanto el ámbito laboral, afectivo, social y familiar, llegan a afectarse significativamente.

En muchos casos, se encuentra como origen de la enfermedad el recuerdo de otros niños burlándose del cuerpo, o bien de alguna parte del mismo.

Los amigos de la adolescencia se convierten en un punto de referencia para aprobar o rechazar el propio cuerpo, ya que este es un momento crucial en el que el adolescente es muy vulnerable a las críticas y extremadamente susceptible frente a las opiniones sobre su aspecto.

Otra situación relativamente recurrente es la de la mujer adulta, cuya autoestima se encuentra destruida a consecuencia de un menoscabo por parte de su pareja.

Cuando esto ocurre, con frecuencia el origen está en pretender reducir la autoconfianza, y así aumentar el control sobre la mujer.

Es cierto que también es necesario una cierta predisposición, pero la difusión de ciertas imágenes en los medios de comunicación, puede convertirnos en personas inseguras y continuamente preocupadas por no estar «a la altura”.

Todo ello se traduce en una falta de autoestima, y en una exagerada comparación con estereotipos de belleza que nada tienen que ver con lo que existe en la realidad.

 

En mayor proporción de la que se imagina, las clínicas de cirugía están frecuentadas de este tipo de pacientes, cuyas “deformidades” son imaginarias.

A veces interpretamos las intervenciones estéticas como una muestra de vanidad, o como el capricho de personas superfluas con una situación económica desahogada.

Sin embargo, ese escaparate esconde tras de sí, muchas víctimas de conceptos sociales y de valores estéticos inalcanzables, que no les permiten aceptarse tal como son.

Sabiendo esto, es importante que instruyamos a nuestros pequeños para aceptarse y quererse, para rendir culto a su cuerpo, pero no desde la estética, sino desde la salud, la autoestima, y el equilibrio emocional.

Nadie nace con complejos. Los complejos “se hacen” . Y si aún tienes dudas al respecto, este video te ayudará a entenderlo: